Las típicas tardes tontas.
Las que suelen caer en domingo pero últimamente repites más veces por semana. Las de Netflix 24 horas, y por qué el día no da para más. Dices que te has viciado a la nueva serie de moda, pero en verdad buscas cualquier cosa que te vacíe un poco la cabeza, que la tienes llena de pájaros.
Dejaste de dibujar corazones porque te diste cuenta que lo de las medias naranjas era un cuento de niños. Tú eras más de kas limón. Quizá es esa acidez que ni tú misma controlas la culpable de todo. Al final acabas mezclando el azúcar con la sal. Qué destrozos en la cocina. Y qué bonitos.
La música que llevas en tus cascos vuelve loco a cualquiera. Eres un mix de reggaeton e indie que nadie entiende. Qué hace una chica como tú con reggeaton en los oídos todo el día. Con lo lista que tú eres. Con las notas que tú sacas. Al final estabas atrapada en ellas, tú pensando que en las musicales, el resto del mundo creyendo que entre libros. Que sé que también. Pero no precisamente de apuntes.
Se te acaban los folios más rápido de lo que creías. Demasiadas ideas en la cabeza y pocas en el papel. Qué difícil lo has tenido siempre con tu timidez. Qué borde. Qué distinta después. Qué loca. Cómo me encantas así. Como ahora.
Y ahora vas por el mundo desmintiendo mitos. Sobre ti y sobre el mundo. Te sobran musas. Te saltan chispas. Tienes cortocircuitos por todas partes. Y lo bien que te sienta. Y lo guapa que estás. Sonríe.
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